Natalia R. Cortés

(1983, Chile)


Prólogo editorial:



La levedad de la piedra, su aliento exhalado, naturalmente, hacia arriba, porque hacia arriba es que la levedad de la piedra pesa lo que al pájaro en el aire le sobra. Así sube la poesía de Natalia, letra por letra, silencio a silencio. Un bastidor de reciclaje de palabras ofrece un goteo de voces que se evaporan al colarse bajo un farol nocturno donde tornasola, como esos ojos en el bosque, esa boca roja donde la noche extraviada se acurruca y tiembla y se calienta las manos frías. Y uno que lee parado en el horizonte, detiene el siguiente horizonte, y así uno tras otro se va desatándose de sí. Uno es indivisible cuando de horizontes se abarca. Uno es inalcanzable, se roza consigo. ¡Qué cosa todo esto! Los hierros retorcidos de la luz, las raíces de la sombra, el silencioso tiempo del árbol tras el que el fantasma de uno escondido allí, con una brújula en un ojo y un reloj en el otro, murmura la cuenta regresiva empezando desde cero. 

SILENCIO!

Oigan

La tierra aún mojada 
y blanda por el Diluvio*

*Victor Hugo


Poema de la Autora



Cavilo sobre tu figura, sombra equidistante a la lejanía, sombra que entra como la visita del insecto a la ventana. Dice el trote del chiquillo que afuera ya está de día. Ese conjunto bicolor que nos distancia del adentro. Y sin querer me crece la dicha y sin querer se me presenta un pañuelo y los pañuelos no son los que lloran, los pañuelos se cuelgan en el patio. Mis zapatos están mojados, pues anoche flameaba el pañuelo entre los hilos metálicos –a cántaros muere el pañuelo en la espera.-






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(Pronto más datos)


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